Un niño de 5 años gritaba y cojeaba por las calles del barrio Me Quejo, para entretener a los vecinos que disfrutaban las fonomímicas que hacía en ese entonces el hoy actor Víctor Hugo Trespalacios. Dueño de una imaginación y una espontaneidad propia del barranquillero, Víctor hace un recuento de su vida y de lo que tuvo que atravesar para forjar su nombre.
“Yo antes jugaba fútbol, lo hacía muy bien, pero viviendo en Bellavista, Malambo, me la pasaba bailando. Tenía, incluso, un grupo. Mis hermanos y yo empezamos a representar cosas y ahí inició mi gusto por las artes escénicas”, expresó el recordado intérprete del ‘Mono’ Arjona en la novela de Diomedes Díaz.
Su primer contacto con el teatro fue con un grupo de Barranquilla que se llamaba La Calle, ahí duró menos de un año, pero el actor admite que desde que tuvo conocimiento le gustó permitir que otros habitaran en él: “Para mí la actuación es una locura controlada en la que siento la necesidad de interpretar otras personas”.
Con 17 años, Víctor atravesó una difícil situación tras el fallecimiento de su madre. Sus hermanos se fueron de la casa dejándolo solo. En ese momento él sostenía una relación amorosa, pero la familia de la joven se mudó a San Andrés, quedando solo. “Empeñé todo lo que había quedado en la casa y me fui detrás de ella, pero a lo que llegué a San Andrés ella me rechazó”, agregó.
Ese rechazo inesperado causó que Trespalacios estuviera a la deriva en las calles de esa isla por un tiempo hasta que decidió irse a Bogotá a probar suerte. En la fría capital inició su aventura hacia la actuación. Se inscribió en la Escuela Distrital, pero también duró poco ahí, pues las clases eran técnicas y él quería aprender de la dinámica.
“Encontré el Centro Colombo Español. Ahí estaba Edgardo Román –papá de Julián Román–, Fausto Cabrera y Yesid García, pero yo no tenía plata para pagarles las clases, así que opté por vender perros calientes para poder darles algo”, reconoce el intérprete de Trespalacios, en la novela El Joe. “Gracias a estos maestros” inició su proceso con una obra de teatro, en la que fue asistente de dirección; sin embargo, su crecimiento en la TV fue paso a paso.
Con 47 años, este barranquillero admite que comenzó a hacer televisión a los dos años de estar en Bogotá. Participó en Victorino y siempre hizo personajes de cachaco, pero con El Joe tuvo la oportunidad de retomar sus raíces e interpretar a un costeño. “Yo nunca trabajé para ser actor de televisión ni para ser actor de teatro. El sueño mío era aprender a vivir y sentía que en el oficio del actor podía verme y podía hacer conciencia de lo que soy”, dice.
Luego de vivir en barrios populares de Barranquilla como La Chinita, La Manga, San Felipe, Silencio, entre otros, admite que su vida transcurrió en un universo creativo, en el que siempre vio la actuación como una forma para sobrevivir.
El dueño de la nota bacana. Inmerso en Bogotá, este barranquillero camina con su tumbáo arrebatáo, pero reconoce que duró hasta siete años sin venir a Barranquilla y sin vivir las fiestas de su tierra. “Por el corazón y la sangre corre el Carnaval. Me apartaba de quien soy, porque Barranquilla para mí significaba pasado por lo que había sucedido, pero me di cuenta que la ciudad no era el problema”, reconoce. Por eso creó La nota bacana, un montaje que ha traído en ocho ocasiones a su tierra natal, donde narra de forma jocosa toda su trayectoria y los momentos más importantes que han marcado su vida.
A eso se le suma un movimiento en redes sociales que ha denominado ‘el bacanerismo’. “El personaje se vuelve una voz social. La gente me escribe para que hable de temas puntuales. Aquí la clave es la comunicación”. Trespalacios ha empleado estos medios tecnológicos para rendir homenaje a elementos propios e históricos de la Región Caribe, para promover el sentido de pertenencia y el amor por la cultura propia.
Bajo esta misma línea, el padre de Ashanti, Beatriz y Víctor, ha decidido crear para este Lunes de Carnaval un recorrido que llama “El viaje bacanerista” y busca generar espacios a la cultura real.
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